De pequeñas nuestras mamás nos llevaban al baño, nos
enseñaban a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego a poner
tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza. Finalmente nos decían:
“Nunca, nunca te sientes en un baño público”. Después de eso, nos mostraba ‘la
posición’, que consiste en balancearse sobre el inodoro en posición de sentarse
sin que el cuerpo haga contacto con la taza. ‘La posición’ es una de las
primeras lecciones de vida de una niña, súper importante y necesaria que nos ha
de acompañar durante el resto de nuestras vidas. Pero aún hoy en nuestros años,
‘la posición’ es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está a
punto de estallar. Cuando tienes que ir a un baño público, te encuentras con
una cola de mujeres tan larga que te hace pensar que dentro está Brad Pitt. Así
que te resignas a esperar, sonriendo amablemente a las demás mujeres que
también están discretamente cruzando las piernas y brazos en la posición
oficial de ‘me estoy meando’. Finalmente te toca a ti, si es que no llega la
típica madre con ‘la nenita que no se puede aguantar más’. Entonces verificas
cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas. Todos están ocupados.
Finalmente uno se abre y te lanzas casi tirando a la persona que va saliendo.
Entras y te das cuenta de que el picaporte no funciona (nunca funciona), pero no
importa. Cuelgas el bolso en el gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho
(nunca hay gancho), inspeccionas la zona, el suelo está lleno de líquidos
indefinidos y no te atreves a dejarlo ahí, así que te lo cuelgas del cuello
mientras miras como se balancea debajo tuyo, sin contar que estas a punto de
desnucarte porque el bolso está lleno de chorradas que has ido metiendo dentro,
la mayoría de las cuales no usas, pero que las tienes por si acaso. Pero
volviendo a la puerta: como no tiene picaporte, la única opción es sostenerla
con una mano, mientras que con la otra de un tirón te desatas el cinturón y te
bajas los pantalones y te pones en ‘la posición’. Luego llega el alivio. Ahí es
cuando tus muslos empiezan a temblar porque estás suspendida en el aire, con
las piernas flexionadas, las bragas cortándote la circulación de los muslos, el
brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso de 3 kg colgando de
tu cuello. Te encantaría sentarte, pero no has tenido tiempo a limpiar la taza ni
de cubrirla con papel, interiormente crees que no pasaría nada pero la voz de
tu madre retumba en tu cabeza “¡Jamás te sientes en un inodoro público!”, así
que te quedas en ‘la posición’ con el tembleque de piernas… Y es que adoptar
‘la posición’ requiere una gran concentración. Para alejar de tu mente esa
desgracia, buscas el rollo de papel higiénico pero el rollo está vacío (siempre).
Entonces suplicas al cielo que entre los 3 kilos de cosas que llevas en el
bolso haya un miserable kleenex, pero para buscar en tu bolso tienes que soltar
la puerta, dudas un momento, pero no hay más remedio. Y en cuanto la sueltas
alguien la empuja y tú tienes que frenarla con un movimiento rápido y brusco,
mientras gritas “¡OCUPADO!” ahí das por hecho que todas las que esperan en el
exterior escucharon tu mensaje y ya puedes soltar la puerta sin miedo, ya que nadie
intentará abrirla de nuevo y te pones a buscar tu kleenex sin agobios, te
gustaría usar todos pero sabes lo valiosos que son en casos similares y te
guardas uno por si acaso. Ahí ya vas contando los segundos que te quedan para
salir de ahí, transpirando porque llevas el abrigo puesto ya que no hay
perchero, y es increíble el calor que hace en esos sitios tan pequeños y en esa
posición de fuerza en la que sigues, con los gemelos a punto de estallar. Sin
contar el portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por
tu frente, el recuerdo de tu mamá que
estaría avergonzadísima si te viera así porque su culo nunca tocó el asiento de
un baño público, estás exhausta, cuando te paras ya no sientes las piernas, te
acomodas la ropa rapidísimo y tiras la cadena. Entonces vas al lavamanos. Todo
está lleno de agua así que no puedes soltar el bolso ni un segundo, te lo
cuelgas al hombro y por fin sale un chorrito de agua fresca y consigues jabón,
te lavas en una posición de jorobado de Notredame para que no se resbale el
bolso y quede abajo del chorro. Tendrás suerte si no se te ha pegado un pedazo
de papel higiénico al zapato y lo vas arrastrando. En este momento, cuando
sales por fin del baño públivo, ves a tu chico que ha entrado y salido del baño
de hombres y encima le ha quedado tiempo de sobra para leer un libro de Borges
mientras te esperaba. “¿Por qué has tardado tanto?” te pregunta el muy idiota. “Había
mucha cola” te limitas a decir. Y esta es la razón por la que las mujeres vamos
en grupo al baño, por solidaridad, ya que una te aguanta el bolso y el abrigo,
la otra te sujeta la puerta, otra te pasa el kleenex por debajo de la puerta y
así es mucho más sencillo y rápido ya que una solo tiene que concentrarse en
mantener ‘la posición’ y la dignidad.
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